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Última actualización [16/10/2005]



Los componentes del vino y sus efectos beneficiosos para la salud humana




Federico Leighton & Inés Urquiaga

CHILE
Evidencias epidemiológicas de los beneficios del vino
La asociación inversa entre riesgo de enfermedad coronaria y consumo de alcohol es hoy un hecho bien establecido a través de numerosos estudios epidemiológicos (Blackwelder, 1980; Klatsky, 1990; Rimm, 1991). En general, se encuentra una disminución del riesgo de mortalidad por enfermedad coronaria de aproximadamente 30% a 40%, y de 10% a 20% para mortalidad general, en bebedores moderados hombres o mujeres (Doll, 1994; Fuchs, 1995; Klatsky, 1995; Keil, 1997; Yuan, 1997; Renaud, 1998; Gaziano, 1999).

La relación entre consumo de alcohol y mortalidad muestra una curva clásicamente designada como curva en J o en U, para indicar que tanto quienes se abstienen como quienes consumen en exceso tienen mayor mortalidad.

Poikolainen reitera en una revisión que el consumo moderado, estimado en una copa o vaso al día (se estima equivalente a 11 g de etanol) es el óptimo, aún cuando hay dificultad en la determinación del consumo diario.

Recientemente se ha demostrado también, una asociación tipo U o J para consumo moderado de alcohol y riesgo de infarto cerebral debido a ateroesclerosis en hombres. El beneficio se percibe con consumos tan bajos como un trago a la semana. Consumos mayores, de un trago al día, no aumentan el efecto protector (Bergen, 1999).

La Paradoja Francesa puso al vino en una categoría especial. El vino es un componente esencial de la dieta mediterránea y puede es uno de los factores responsables de la baja incidencia de enfermedad coronaria en las poblaciones mediterraneas (Renaud, 1992; Renaud, 1994). Varios estudios han analizado las posibles explicaciones de la paradoja francesa y el efecto de la dieta mediterránea (De Lorgeril, 1994; De Lorgeril, 1999). Renaud y Ruf muestran que la correlación entre mortalidad coronaria y el consumo de diferentes alimentos, en un conjunto de 21 países, es mucho más fuerte para el vino (correlación -0.87 P<.001) que para otros componentes como verduras y grasas vegetales. Por otra parte, la correlación positiva para grasas derivadas de productos lácteos es alta (0.66 P<.001). O sea, estos autores priorizan el papel del vino sobre el de frutas y verduras, fuentes también de antioxidantes naturales (Renaud, 1994).

Diferentes criterios se han utilizado para determinar los países a utilizar en estudios de correlación entre mortalidad coronaria y alimentos, incluyendo bebidas alcohólicas. Criqui y Ringel estimaron necesario comparar países con desarrollo económico similar, y así eligen 21 países desarrollados. Sus conclusiones confirman las de otros autores que señalan que el consumo de alcohol, particularmente de vino, correlaciona con menor mortalidad coronaria (Criqui, 1994).

El año 1995 Gronbaek y colaboradores publicaron un estudio realizado en Copenhagen (Copenhagen City Heart Study) en una muestra de 6051 hombres y 7234 mujeres, de 30 a 79 años. En contraste con los estudios de otros que mostraron asociaciones entre consumo de vino y alcohol, y el riesgo de muerte por enfermedad coronaria, estos autores muestran que el consumo de vino, no de cerveza ni de alcoholes destilados, se asocia a menor mortalidad por enfermedad cardiovascular, menor mortalidad por enfermedad cerebrovascular, y menor mortalidad en general (Gronbaek, 1995). Análisis previos han mostrado reticencia en la interpretación de los datos epidemiológicos que muestran una mejor asociación entre el consumo de alcohol en particular vino tinto, y beneficios para la salud (Klatsky, 1993).

Klatsky et al, en un trabajo mas reciente, muestran que todas las bebidas alcohólica poseen efecto protector para la enfermedad cardiovascular, siendo el vino el mas efectivo (Klatsky, 1997).

Renaud et al recientemente concluyen que la ingesta moderada de vino (2-5 vasos al día) se asocia con un 24-31% de reducción de la mortalidad general. La reducción en la mortalidad resulta de menos muertes por enfermedad cardiovascular y cancer (Renaud, 1998).

Si bien los datos de los estudios epidemiológicos sustentan un efecto protector de causalidad del alcohol sobre la enfermedad cardiovascular, estos tienen ciertas limitaciones. Cuando se utilizan datos tomados de la simple observación no es posible independizarse completamente de los confundidores. Se ha discutido como un problema en estos estudios, el que en algunos casos se haya tomado como punto de comparación a los abstemios, ya que estos podrían ser abstemios simplemente porque son enfermos.
Un estudio reciente de Tjonneland et al muestra que el beber vino está asociado con la ingesta de una dieta saludable (Tjonneland, 1999). Es decir la preeminencia del vino sobre las demás bebidas alcohólicas podría deberse a componentes específicos del vino, pero también podrían ser por diferencias en el patrón de consumo o por otros factores de riesgo que no hayan sido considerados para el ajuste de los datos. En este estudio la ingesta de vino está asociada con una mayor ingesta de frutas, pescado, vegetales y el uso de aceite de oliva, una dieta mas saludable que también se correlaciona con una menor mortalidad cardiovascular.

En consecuencia, se hacen cada vez mas importantes los estudios bioquímicos con el fin de establecer los mecanismos moleculares por los cuales componentes particulares del vino protegen de la enfermedades cardiovasculares. Así mismo, estudios de intervención en los cuales se eliminen los confundidores serán necesarios para demostrar los efectos beneficiosos del consumo moderado de vino en la salud humana.
Continuará la próxima semana

FUENTE: VII Congreso Latinoamericano de Viticultura y Enología
Mendoza - Argentina - 28 de Noviembre al 3 de Diciembre de 1999
Facultad de Ciencias Biológicas
Pontificia Universidad Católica de Chile
Casilla 114-D, Santiago, Chile.
http://www.bio.puc.cl/vinsalud/publica/componentes.doc