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Última actualización [15/01/2006]



La cultura y el consumo de alcohol



Esta información forma parte del artículo: Aspectos culturales del consumo de sustancias adictivas.

Dr. Luis Berruecos Villalobos

MEXICO
Al respecto, cabe recordar que las primeras experiencias que el hombre vive se dan en el seno familiar; ahí, se adquieren el lenguaje, las costumbres, las creencias, las tradiciones. A ese particular proceso, los antropólogos le llaman endoculturación (de endos, dentro de la cultura). Posteriormente, al salir del seno familiar, el individuo empieza a conocer otros medios: familiares, vecinos, amigos, la escuela; se da entonces el proceso de socialización.

En la escuela, el individuo no sólo aprende las normas de la sociedad, sino que supuestamente adquiere los conocimientos necesarios, indispensables y hasta obligatorios que le van a permitir, de continuar con ese proceso, adquirir destrezas, conocimientos y habilidades para desempeñarse dentro de la misma sociedad como obrero, artesano, profesional, funcionario. La escuela desempeña entonces un papel primordial en la formación de cualquier ser humano y muchas son las personas que intervienen en este proceso: los propios maestros y los compañeros, entre otros. Usualmente, en la escuela se aprenden muchas cosas que no se enseñan en la casa; algunas de ellas se refieren a cuestiones que no eran permitidas en la familia, como el uso del tabaco o del alcohol e incluso, de otras drogas que provocan adicción.

Por lo general, es en la adolescencia (según algunos expertos, en los hombres abarca de los 12 a los 20 años, y en las mujeres, a edades un poco más tempranas) cuando se suscitan cantidad de interrogantes en el sujeto, cuyas respuestas, a veces de manera desafortunada, se hallan el consumo de sustancias.

Las encuestas que diversos especialistas y autoridades han realizado en nuestro país nos revelan que es común en la edad adolescente, correspondiente a la etapa de ingreso a la secundaria, en promedio de los 13 a los 15 años y más tarde en la preparatoria, donde se inicia y después se incrementa el consumo de sustancias que provocan adicción; no sólo esto, sino que en esta etapa el sujeto empieza el camino hacia la adicción. Una persona que a los 35 años se convierte en alcohólico, empezó a beber de manera irregular en estos años.

La presión de los grupos de pares, de los vecinos y amigos y, a veces, hasta de familiares cercanos, aunada a las nuevas amistades que se hacen en las escuelas, muchas veces constituyen el inicio de algo que después puede convertirse en una adicción, máxime cuando sabemos que la adolescencia es un período que podríamos denominar de caldo de cultivo para que el sujeto se introduzca paulatinamente en el consumo; primero, de manera experimental con el objeto de sentir diversas sensaciones (véase Glenn, op,.cit.); más adelante, en un esquema conductual, los muchachos empiezan a usar la droga en situaciones sociales o recreacionales, esto es, en fiestas y en los festejos donde incluso es costumbre abusar de algunas sustancias, en particular, del alcohol y del tabaco.

Después, el sujeto brinca a un tercer estadio que podríamos denominar funcional, en el cual tiene que recurrir a las drogas para poder actuar de manera normal o funcional, puesto que sin ellas, no se cree capaz de desarrollar sus habilidades y destrezas.

De este nivel es muy fácil pasar a uno más complicado que podríamos llamar disfuncional, donde el sujeto no puede actuar con normalidad si no consume drogas; estamos hablando ya de una situación crítica y muy cercana al peligro donde pueden darse los comienzos de la adicción de manera cotidiana y patológica, y que causa severos daños para el sujeto que utiliza dichas drogas.

Por último, existe el nivel suicida donde el individuo que consume indiscriminada y cotidianamente las drogas cae en una situación de extremo peligro, que puede llevarlo a la muerte.

Desde luego que lo anterior no significa que la escuela sea un ámbito peligroso del cual debemos alejar a nuestros hijos para que no caigan en las adicciones ni mucho menos, pero lo que sí es de extrema importancia, desde luego, es averiguar cómo es el contexto escolar, quiénes son los maestros, cuáles son los planes y programas de estudio y, sobre todo, quiénes son los amigos de nuestros hijos con los que acostumbran pasar gran parte del día.

Algo de extremada importancia es que tanto los padres como los maestros se eduquen en cuestiones relacionadas con las drogas y su consumo; existe una gran cantidad de manuales, folletos ilustrativos y materiales de apoyo -algunos desde luego mejor que otros- con los cuales se puede tener una idea más precisa de qué son las drogas y cuáles son sus efectos en el organismo. Los padres deben estar en constante posición de alerta ante lo que los especialistas denominan síntomas de alarma en los hijos cuando están consumiendo drogas de manera peligrosa. Toda esta información está disponible, por ejemplo: el CESAAL (Centro de Estudios sobre Alcohol y Alcoholismo, A.C.) ha preparado un Curso para Padres de Familia y Educadores, publicado en México por la Editorial Trillas, en el cual se explica lo anterior, lo que es un consumo responsable (desde luego de alcohol y no de otras drogas), de los efectos en el organismo cuando se consumen, por ejemplo, drogas y alcohol de manera simultánea; la influencia de la familia y los medios de comunicación en las actitudes hacia el alcohol y cómo debe trabajarse por la salud tanto física como mental del individuo, que debe ser, en última estancia, la meta a seguir. Si todos los padres de familia y maestros se preocuparan por estar mejor informados y entrar más en contacto con sus hijos para prevenirlos de consumos irresponsables, mucho se lograría a favor de la salud.


Los muy largos períodos vacacionales mexicanos, tiempos de descanso, supuestamente, por lo general se dedican al consumo desmedido de drogas, entre otras cosas. El tiempo libre es uno de los peores enemigos de la juventud, puesto que el ocio sólo conduce al camino del vicio. Por ello, es importante planear en las vacaciones de nuestros hijos, una serie de actividades recreacionales, deportivas y de convivencia familiar que los mantengan alejados del ocio y ocupados en su mente y en sus cuerpos, recordando que las drogas no son indispensables para vivir, como el alcohol, por ejemplo, tampoco lo es para quitar la sed.

FUENTE: Revista “Liberaddictus”, Número 88, Noviembre-Diciembre, 2005.