El nivel del rezago se muestra si observamos que el crédito en Brasil equivale al 41 por ciento del PIB.

Pero también se aprecia si nos remontamos en el tiempo. En 1994 la proporción del crédito de la banca comercial respecto al PIB llegó al 38 por ciento.

Desde la crisis de 1994 hasta el 2000, hubo una caída brutal del crédito bancario, el cual llegó a su mínimo al final del sexenio de Zedillo, cuando representó apenas el 6.5 por ciento del PIB.

El golpe que sufrió la economía mexicana con la crisis de 1994-95 fue tan profundo que está lejos de recuperarse.

Sin duda el segmento que resultó más afectado fue el del crédito empresarial. En 1994 pesaba el 26 por ciento del PIB y ahora llega apenas al 7.0 por ciento.

En el caso del crédito a la vivienda, el retroceso es menor, pues pasó de 6.7 a 2.8 por ciento del PIB. Y en materia de crédito al consumo, la historia es otra, pues actualmente significa el 3.0 por ciento del PIB, y hace 16 años era el 2.7 por ciento.

Estos datos explican por qué cuando se inquiere a las empresas mexicanas por factores que les restan ventajas competitivas frente a las de otros países, el financiamiento (sea bancario o no bancario) aparece siempre entre los primeros lugares.

Y aunque en años anteriores hubo una tendencia creciente que lo hizo llegar hasta 13.6 por ciento del PIB en 2009, en este año se aprecia un retroceso que lo coloca 4 décimas por debajo.

Es probable que la expansión irracional del crédito antes de 1994 haya sido uno de los factores detonantes de la crisis de aquel año, pero también es cierto que por muchos años se dejó a la economía mexicana con una banca que simplemente no lograba despegar.

Y cuando lo estaba haciendo, ocurrió la crisis de 2008, que limitó seriamente las posibilidades de crecimiento del crédito.

Los datos del Banxico revelan que el crédito al sector privado hasta septiembre creció ya en 2.7 por ciento en términos reales y, específicamente, el dirigido a las empresas, en 3.2 por ciento.

Las cifras son bajas y van a enfrentar los elementos de desaceleración que ya reconoció el Banco de México el viernes pasado.

Reconstruir la palanca financiera de México ha costado mucho tiempo, y todavía va a costar esfuerzos adicionales.

Por un lado, se necesita una visión nueva por parte de la banca, que logre combinar la necesaria prudencia con la innovación en los productos de crédito que ofrece, y que, en lugar de buscar maximizar la utilidad del trimestre, apueste de manera más clara por la utilidad del largo plazo, que va a llegar cuando el volumen del crédito se multiplique.

Por otra parte, para bancarizar a miles y miles de pequeñas y medianas empresas se requiere, por un lado, formalizar a las compañías, y por otro, crear una cultura empresarial y financiera de la que carecen muchas.

Si no lo hacemos, vamos a ver cómo nos rebasan por la izquierda y por la derecha muchas naciones de esta región y de otras partes del mundo.