Lo que suceda en el ambiente político del Estado de México influirá en la gestión económica y en las reformas que puedan aprobarse.

Hasta hace algunos meses existía la percepción de que una alianza del PAN y del PRD en el Estado de México podría ser una gran amenaza para la posible candidatura presidencial de Peña Nieto.

Eso haría que el PRI en el Congreso tuviera una actitud mucho más beligerante y, por tanto, se limitaría fuertemente la posibilidad de aprobar reformas de ley, como la laboral.

Apostarían a no regalar nada al Gobierno de Calderón que pudiera revertírseles en el proceso electoral federal. Hoy parece que las cosas son diferentes.

Simplemente para recordar y ubicar, la lista nominal de electores del Estado de México es de 10 millones 557 mil personas.

Esta cifra es 55.5 por ciento superior a la del DF; 117 mayor a la de Jalisco y 246 por ciento por encima de la de Nuevo León.

En términos del peso en el PIB, el Estado de México ocupa el segundo sitio nacional. El DF está a la cabeza con un 17.6 por ciento y el Estado de México tiene el 9.2 por ciento. Sólo como referencia, Nuevo León representa el 7.5 por ciento de la economía del País, y Jalisco, el 6.4 por ciento.

El pasado domingo se dio el aval a una posible alianza del PAN y del PRD en el Estado de México. Pero resulta que tanto las intenciones de voto en esa entidad, favorables al PRI con o sin alianza opositora, como la fractura que ya recibió la alianza apenas 24 horas después de la votación, parecieran ya haber hecho irrelevante el resultado del domingo.

Abona en ese sentido el hecho de que el candidato del PRI, Eruviel Ávila, quien no es parte del grupo cercano de Peña Nieto, es el prospecto con más fortalezas entre los priistas, lo que incrementa sus posibilidades de triunfo, hoy que ya es el virtual candidato.

Así que, por ahora, pareciera que pese al resultado de la consulta sobre la alianza, el PRI seguirá considerando como el escenario más probable su triunfo en el Estado de México y, por tanto, no habrá descarrilamiento de Peña.

Con el escenario de un probable triunfo en las elecciones de 2012, el PRI podría ser más proclive a empujar algunas reformas.

El caso más obvio es el de la reforma laboral, que aunque está lejos de ser la idónea, avanza en la dirección correcta y tiene el respaldo del PAN y del Gobierno federal.

No es el caso de la reforma fiscal planteada por los senadores del PRI, pues probablemente enfrente la propuesta con quienes respaldan a Peña y lo más probable es que ni el mismo PRI la saque adelante.

Y en el caso de la reforma a la ley de competencia económica hay una incógnita todavía.

Sin embargo, poco a poco podríamos ver a más legisladores del PRI interesados en que las reglas del funcionamiento de la economía apuntalen las perspectivas de crecimiento de mediano plazo y que al menos en esta materia el PRI tenga una mejor perspectiva para los próximos años.

Queda alrededor de un mes de este periodo de sesiones en el Congreso. Veremos cuáles son las iniciativas que finalmente cuajan.