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La semana de Román Revueltas/Salinas y Fox: lo que pudo haber sido y no fue
04/10/2009
Román Revueltas Retes
Hubo un tiempo en que se podían tomar todavía grandes decisiones en este país; pactar, por ejemplo, unacuerdode libre comercio con nuestros vecinos de Norteamérica o privatizar los ferrocarriles nacionales o implementar una reforma política.

***********Pero ni Salinas ni Fox se atrevieron, tampoco, a deshacer el ordenamiento flagrantemente monopólico del capitalismo mexicano. La experiencia de Telmex, con todo, fue exitosa. Muy exitosa, debiéramos decir: una compañía estatal terriblemente ineficiente se convirtió, al cabo de unos años, en uria ejemplar empresa pública que, encima, ha mantenido una decisiva responsabilidad social al atender a comunidades donde servidor telefónico no le resulta siquiera rentable. Padecemos un opresivo sistema de duopolios: hoy día, si quieres comprar una cerveza determinada no puedes hacerlo a no ser que vayas a alguna de las tiendas que han celebrado convenios -o, peor aún, que son propiedad de la cervecera para vender exclusivamente los productos de la marca; de la misma manera como PepsiCo y Coca-Cola se reparten, entre las dos, el mercado de los refrescos,

La perversa combinación de corporativismo fomentado desde el Estado y de capitalismo monopolice tolerado por el mismo conduce, de manera directa, a la más desalentadora • de las realidades económicas: la falta de crecimiento. La responsabilidad de los dos ex presidentes, en este sentido, es descomunal

Hubo un tiempo en que se podían tomar todavía grandes decisiones en este país; pactar, por ejemplo, unacuerdode libre comercio con nuestros vecinos de Norteamérica o privatizar los ferrocarriles nacionales o implementar una reforma política. Eran las buenas épocas del presidencialismo diseñado por el PRI. Hubo otro periodo, más reciente, en que un presidente con un colosal capital político hubiera podido -de tener la grandeza de miras, la inteligencia, el sentido del Estadoy las agallasrealizar cambios de fondo en México. Pero ni Fox, un hombre de una escandalosa estrechez personal, ni Salinas, un tipo que tuvo al país entero en sus manos, acometieron la madre de todas las reformas, a saber, el desmontaje total de un sistema de gobiemo concebido, desde sus orígenes, para mantener en el poder al gmpo ganador de la guerra civil.

La reformas de Salinas, tan esf)ectaculares como pueden parecemos -hoy, que no se puede siquiera construfr un puente peatonal porque los vecinos se cabreandejaron prácticamente intocada la estructura corporativa y clientelista que inventó el nacionahsmo-revolucionarío para

eternizarse en el poder. Nunca fue, desde luego, un sistema pensado para servir a los ciudadanos ni para impartir verdadera justicia. Por el contrarío, se trata de un modelo de opresión encubierta en el que, para mayores señas, un obrero no sólo no tiene la facultad de afiliarse libremente al sindicato de su elección, sino que el sindicato "único", el que monopoliza de manera asfixiante todos los acuerdos y transacciones posibles con la empresa, puede ordenarle al patrón el despido puro y simple del trabajador respondóa Yasícualquier intento de independencia y autonomía sindical se topa, a las prímeras de cambio, con la feroz resistencia de un gmpo perfectamente capaz de practicarlos más tenebrosos usos y costumbres de la mafia. No hay, en el universo del sindicalismo a la mexicana, espacio para la disidencia ni para la libre expresión; no hay, tampoco, posibilidad de negociar derechos verdaderos (se trapichean, eso sí, prebendas excesivas y, sobre todo, canonjías teñidas de paternalismo imbécil para infantilizar al personal: fiestecitas, "canastas navideñas", celebraciones, "reconocimientos", etcétera). Los altos jerarcas de la pirámide sindical viven de servirse a ellos mismos y, desde

luego, de abastecer de votos a un partido político que los mantiene férreamente afiliados al consabido "sector popular".

Pero ni Salinas ni Fox se atrevieron, tampoco, a deshacer el ordenamiento flagrantemente monopólico del capitalismo mexicano. La experiencia de Telmex, con todo, fue exitosa. Muy exitosa, debiéramos decir: una compañía estatal terriblemente ineficiente se convirtió, al cabo de unos años, en uria ejemplar empresa pública que, encima, ha mantenido una decisiva responsabilidad social al atender a comunidades donde servidor telefónico no le resulta siquiera rentable. Pero estamos hablando de ima excepción. El resto de cada uno de los sectores de la economía se lo reparten dos grupos y nada más. Padecemos un opresivo sistema de duopolios: hoy día, si quieres comprar una cerveza determinada no puedes hacerlo a no ser que vayas a alguna de las tiendas que han celebrado convenios -o, peor aún, que son propiedad de la cervecera para vender exclusivamente los productos de la marca; de la misma manera como PepsiCo y Coca-Cola se reparten, entre las dos, el mercado de los refrescos, del agua embotellada y de una miríada de productos secundarios, también el sector del entretenimiento está en manos de dos grandes televisoras que, a su vez, disponen, cada una, de varios canales de trasmisión abierta; los mexicanos ya no podemos viajar en tren -y buena falta que le haría al país contar con una red f ertoviaria moderna, hablando de infraestmcturas, de inversiones productivas y de la preservación del medio ambientepero el transporte de pasajeros por carretera está en manos de unas cuantas compañías de autobuses. El mercado nacional no está hecho para los competidores pequeños ni para las empresas locales. El agua mineral de los manantiales de San Luis Potosí no la encuentras en Monterrey, pero los brebajes de Femsa (y los de nadie más) te los venden en cualquier tiendíta de Zumpango o deTeziutlán.

Esta perversa combinación de corporativismo fomentado desde elEstadoydecapitalismo monopólico tolerado por el Estado conduce, de manera directa, a la más desalentadora de las realidades económicas: la falta de crecimiento. Añadan ustedes la inquietante ausencia de seguridad jurídica, la delincuencia y el fracaso del proyecto educativo nacional y tendrán, ahí, un cóctel verdaderamente explosivo. La responsabilidad de Fox y Salinas, en este sentido, es descomunal. Pudieron haber cambiado verdaderamente a México. No lo hicieron. Y, miren ustedes, así estamos.

la reformas de Salinas, tan espectaculares como pueden parecemos, dejaron prácticamente intocada la estructura corporativa y clientelista que inwentó ei naciona- lísmorevolucionarío para eternizarse en el poder

Fuente: Milenio Diario    
Categoría: TIPOS DE PRODUCTO    





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