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GENIO Y FIGURA / ¿Por qué es tan difícil cambiar? (Primera parte)
04/10/2009
Gaby Vargas
Gaby Vargas (4 octubre 2009).- Una joven de alrededor de 16 años se maquilla los ojos frente al tocador de su cuarto, mientras fuma y baila al ritmo de los audífonos de su iPod. De repente, por la ventana entra un anzuelo gigante que la rapta, la toma por el cuello y la arrastra por el aire a toda velocidad. Un señor vestido de traje, maneja y capotea el tráfico mientras le da una fumada a su c...

Gaby Vargas

(4 octubre 2009).- Una joven de alrededor de 16 años se maquilla los ojos frente al tocador de su cuarto, mientras fuma y baila al ritmo de los audífonos de su iPod.

De repente, por la ventana entra un anzuelo gigante que la rapta, la toma por el cuello y la arrastra por el aire a toda velocidad.

Un señor vestido de traje, maneja y capotea el tráfico mientras le da una fumada a su cigarro. Por la ventanilla de su auto aparece de la nada el mismo anzuelo gigante, se engancha a su cuello y lo saca bruscamente para tironearlo por el aire cual cohete de pueblo. El anzuelo los posee.

Ambos casos forman parte de la mejor campaña de publicidad que conozco. Desde que la vi se me quedó grabada; la transmiten en Inglaterra y nos muestra cómo una sustancia se puede adueñar de nuestra vida.

No importa si se trata de dejar de comer, fumar, apostar, comprar, tener sexo, consumir pan, café, alcohol o drogas, relacionada con esas actividades existe una sustancia que nos complica y hace que sea endemoniadamente difícil dejar cualquier hábito; su nombre es "dopamina".

Esta sustancia es un químico producido en el cerebro, su función es transmitir señales de célula a célula; causa sensación de bienestar o placer y nos engancha a seguir con el hábito que la produce.

Conocer el proceso de lo que sucede en el cerebro, me ha servido para entender mi irracional compulsión por los chocolates oscuros.

La culpable: la dopamina La dopamina condiciona a tu cerebro para conseguir "lo que quieres", te estimula a llevar a cabo comportamientos que favorecen su producción sin importar si te hacen bien o no. Esto sucede en dos pasos que seguramente has experimentado. Primero, pruebas algo que te da placer (digamos unos tacos de carnitas a las 15:00 horas), lo cual causa la liberación de una oleada de dopamina. Parte de esa dopamina viaja al área de tu cerebro donde se forman los recuerdos y se establece una conexión entre los tacos y el premio. En ese punto, los tacos se convierten en lo que los científicos llaman "prominente" necesario o adictivo. Así que cuando te expones a algo que es prominente, puedes pensar: "No debería de comerlo, tomarlo, fumarlo... sé que me hace mal", peeero tu cerebro no hace caso y registra: "¡Yupi, dosis de dopamina!".

Es aquí donde tiene lugar el segundo paso: además de crear recuerdos, la dopamina controla el área de tu cerebro responsable del deseo, de la toma de decisiones y de la motivación. Ese es el anzuelo que nos toma por el cuello y nos domina, efecto excelentemente ilustrado por la campaña de publicidad de la que te platiqué.

Así que una vez que los tacos se vuelven prominentes, la próxima vez que los ves o los hueles, tu cerebro registra una descarga de dopamina que te estimula a comer más tacos. Mientras los disfrutas, tu cerebro produce más dopamina, que a su vez refuerza el recuerdo que causó que los tacos se convirtieran en un factor prominente. Es un ciclo que nunca termina: entre más haces algo que te provoca placer, la dopamina aumenta tu necesidad y se asegura de que lo vuelvas a hacer. Así es como se forman los hábitos...

Con el tiempo, si los tacos se hicieron suficientemente prominentes, con la sola rememoración tu cerebro segrega dopamina y te estimula a consumirlos; es más, cada vez que veas una tortilla, una salsa verde o una cerveza que te los recuerde, se te antojarán.

Lo mismo sucede con cualquier tipo de conducta que te provoque placer: los orgasmos provocan oleadas de dopamina, al igual que ganar en el juego, tomar una cuba, oír el sonido que avisa que recibiste un mail, llegar a la meta del maratón o inhalar cocaína.

Así que cuando fallamos en la dieta, en hacer ejercicio o nos rendimos a la compulsión por los chocolates, no es -del todo- nuestra culpa, ¡es de la dopamina!

"Bueno, y ¿ahora qué hago?", te preguntarás.

La próxima semana continuamos...

"Entre más haces algo que te provoca placer, la dopamina aumenta tu necesidad y se asegura de que lo vuelvas a hacer. Así es como se forman los hábitos".

www.gabyvargas.com

Fuente: Reforma    
Categoría: TIPOS DE PRODUCTO    





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