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Prácticas indecibles/Manden dinero
04/10/2009
Rafael Pérez Gay
Como un soplo de la memoria ha pasado por el calendario el 2 de octubre. He vuelto a ver en la prensa los recordatorios de la matanza de Tlatelolco. Me pregunto con qué llenábamos el saco de la vida en ese tiempo. Traigo de un cuaderno viejo algunos apuntes donde hay frases, ecos, pasajes. En casa había un disco long play de Lucha Villa. Cuando teníamos tocadiscos, mi madre y yo oíamos “Es que es...

Como un soplo de la memoria ha pasado por el calendario el 2 de octubre. He vuelto a ver en la prensa los recordatorios de la matanza de Tlatelolco. Me pregunto con qué llenábamos el saco de la vida en ese tiempo. Traigo de un cuaderno viejo algunos apuntes donde hay frases, ecos, pasajes. En casa había un disco long play de Lucha Villa. Cuando teníamos tocadiscos, mi madre y yo oíamos “Es que estoy pensando en ti”. La marca era Musart y en la portada, Lucha olía una rosa y desafiaba con sus ojos al amor y sus desdichas. A la hora de la comida la televisión estaba prendida, como debe ser, y pasaba en blanco y negro Operación Ja-Ja. El Loco Valdés me encantaba. En la noche, Inmortales del Cine Nacional y si me desvelaba, un programa infumable: Comentarios y celebridades, con Agustín Barrios Gómez. Les recuerdo que las transmisiones de Telesistema Mexicano terminaban a la una de la mañana, de esa hora en adelante la pantalla se convertía en un caos de puntos y un sonido imponente de estática, la niebla electrónica, lo más parecido a la nada. Me faltaban muchos años para ver en el cine las películas de adultos. Me conformaba con la cartelera y soltar a los perros de la imaginación. En el Chapultepec, Simone Signoret e Ives Montand: Crimen en el coche cama. En el Roble, David Niven y Deborah Kerr: Prudencia y la píldora. Perderse estas películas no importaba, pero no entrar al cine Diana a ver Valle de muñecas era un escándalo. “La historia de cuatro mujeres en un mundo donde el amor se llama pasión y la felicidad se llama dinero”. Estrictamente para mayores de 21 años. Yo me colgaba de las lámparas cuando veía la fotografía de Patty Duke con una minifalda de espanto y una cara con gesto de estoy dispuesta a todo. También actuaban Sharon Tate y Barbara Parking. Me falta el nombre de la cuarta mujer apasionada. ¿Alguien lo sabe? En esos días me llevaron al cine Real Cinema a ver Fantasía. Vi contra mi voluntad el bodrio de Walt Disney, la cartelera anunciaba a Stokowsky y a la orquesta filarmónica de Filadelfia. No hay derecho. Mientras la hipopótama bailaba con su tutú, en algún lugar, Patty Duke se entregaba en pantalla a las llamas de la pasión. En esos días, mi familia vivía en oración. Urgía un negocio redondo, a como diera lugar. Las cartas que mi hermano le enviaba a mi madre desde Alemania terminaban siempre con este llamado perentorio: manden dinero, no sean mulas. La idea del giro postal era equivalente a una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Nada que tuviera que ver con el dinero salió de Telégrafos Mexicanos, nada tampoco viajó de Berlín hacia México. Un tiempo después apareció ante nuestros ojos esperanzados la posibilidad de un negocio redondo. Mediante una combinación de azares, en México seríamos los representantes de una marca importante de vino blanco alemán, en aquellos años era el vino de vinos, y de un extraordinario brandy, el Asbach. En casa se oyó otra vez la frase mágica: nos vamos a hinchar de ganar dinero. Los primeros envíos llegaron a las aduanas de Veracruz. Nos esperaba un negocio redondo. Aun así, las cartas que escribía mi hermano terminaban con frases dramáticas: el agua en el cuello, manden dinero. No sé cómo pasó. Los socios alemanes le prometieron a un señor Kristofelson la compra de la cosecha de sus viñedos, pero en México habían ocurrido algunas contrariedades. Los socios mexicanos de mi padre bebieron sin parar en algunas reuniones de trabajo aquellos vinos dulces y aquel brandy magnífico sin lograr la venta y comercialización de los productos. Escándalo. Kristofelson exigía la compra de la cosecha, los socios alemanes la devolución de cierta cantidad de dinero que se había desvanecido en el aire. Si no mal recuerdo, esta fue la única ocasión en que mi hermano participó en alguno de los negocios de mi padre, cosa rara y excepcional pues él considera que todo negocio terminará siempre en la quiebra definitiva. Así perdimos aquella fortuna. Las cartas volvieron a cruzar el océano Atlántico con aquel mensaje en la botella de nuestra vida: manden dinero.

Fuente: El Universal    
Categoría: TIPOS DE PRODUCTO    





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