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El epicentro Maya
11/10/2009
Viridiana Ramírez
Viridiana Ramírez No puedo evitar recordar nuestro sureste, el paisaje es parecido. Estoy al norte de Guatemala, con el sudor resbalando por todo mi cuerpo. Exploro los rincones mayas del Parque Nacional de Tíkal. PETEN, Guatemala. Llevamos 40 minutos entre curvas y árboles de un verde intenso. Al fin aparece la entrada al Parque Nacional de Tikal. Todavía falta media hora más, las ruinas están ...

Viridiana Ramírez

No puedo evitar recordar nuestro sureste, el paisaje es parecido. Estoy al norte de Guatemala, con el sudor resbalando por todo mi cuerpo. Exploro los rincones mayas del Parque Nacional de Tíkal.

PETEN, Guatemala. Llevamos 40 minutos entre curvas y árboles de un verde intenso. Al fin aparece la entrada al Parque Nacional de Tikal. Todavía falta media hora más, las ruinas están muy escondidas entre la selva. La velocidad del auto no ayuda a llegar más rápido, vamos a escasos 20 kilometros por hora para no atropellar a algún animal que salga de entre la maleza súbitamente.

Son las 10 de la mañana y nos sugieren recorrer el museo, donde está el parque a escala, pero decidimos mejor verlo en vivo y a todo color.

Emprendemos el camino. Javier nuestro guía arranca una hoja de árbol pimienta, "es el mejor re pelente natural que existe, úntatelo, aleja hasta a los tábanos, esos moscos gigantes que con un sólo piquete pueden provocar la muerte", afirma

El sendero se termina. Frente a nosotros se levantan los dos primeros bloques de piedra en una explanada. Me siento en tierra de gigantes. Son las llamadas pirámides gemelas, aunque son cuatro. No es un error, así se le llama a ese conjunto, cada estructura perfectamente tallada y derechita. Se ubican en los cuatro puntos cardinales. En esta plaza los mayas celebraban el final de un Katún, un periodo de tiempo de 20 años.

No hay cordones, ni señalamientos de no tocar, por eso me atrevo a poner mi mano sobre una especie de tumba. "Eso es una estela, donde se escribían los sucesos importantes que realizaba el gobernador", me dice mi guía. También me explica que las ruedas que están frente a las estelas eran para montar los altares para el gobernante.

Poco a poco se va despertando mi interés por lo que consideran la verdadera ciudad maya, el centro donde surgió todo. Ese esplendor que se expandió por Belice, Honduras, México y El Salvador hace más de 3 mil años y el cual nos ha dejado sus ruinas, algunas devoradas por la selva y otras que aún faltan por descubrir o están siendo descubiertas.

Volvemos al sendero, pero de pronto algo ruge en las alturas, sé que es un mono saraguato, alguna vez lo escuché en la selva tabasqueña. El ruido se repite más veces, como si le estuviera avisando de nuestra presencia al resto de la fauna. Dirijo mis ojos a las copas de los árboles, pero mi guía dice que mientras más cerca se escuche el rugido, más lejos está el animal, así que otra vez me quedo con las ganas de saber si en realidad se parece al mono araña.

Ha empezado la travesía por territorio maya, apenas llevamos las primeras pirámides y ya tengo la ropa empapada de sudor, los pantalones de mezclilla parecen de neopreno, bien adheridos a mis piernas. Quisiera que las botas tuvieran orificios para que me entrara un poco del aire que sopla, menos mal que el sol no me pega a plomo, es tan apretada la vegetación que se lo impide.

Salen los primeros insectos: arañas, mosquitos y hormigas, que van cargando hojitas y las primeras aves se dejan ver, me "cae el veinte", estoy en el tercer pulmón de Latinoamérica.

AL COBIJO DE LA SELVA

Viridiana Ramírez Enviada

PETEN, Guatemala.Llegamos a la zona de descanso, unos aprovechamos para tomar una cerveza, otros pasan al sanitario. Un tejón hace más divertido el receso, está muy quitado de la pena sobre los botes de basura robando las sobras de comida. También nos posa para la foto.

Empezamos a subir unas escaleras de madera, vamos directo a la punta del Templo IV (1) o la pirámide de la Serpiente Bicéfala, es la más grande del parque, de casi 60 metros de altura y fue construida en el año 740 d.C.

Me siento en el primer escalón y contemplo la vista. Al fin puedo ver lo que hay más allá de las copas de los árboles. La cresta de un basamento sobresale, su color gris contrasta con el azul del cielo que no ha sido invadido por nubes desde que llegamos, y es que en esta parte de Guatemala siempre está lloviendo.

El silencio que provoca la inmensidad del lugar es interrumpido por algunas aves. Lo que alcanzo a visualizar es una especie de tucán de un tamaño pequeño pero con su inconfundible pico, según nuestro guía, la cifra de aves que habita en está región es de 410 especies emplumadas, algunas endémicas y otras migratorias. Estos seres desplegan las alas en los 576 kilómetros cuadrados de territorio que ocupa el parque.

Nosotros, los humanos que pisamos la hojarasca del recinto denominado por la UNESCO en 1976 como Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad, sólo podemos recorrer 16 kilómetros cuadrados. En cuatro horas es imposible conocer a Tíkal por completo, pero tratamos y nos seguimos internando.

Un letrero nos indica que estamos por llegar al Mundo Perdido, la Plaza de la Gran Pirámide (2). Esta área es donde se encuentra el edificio más antiguo del parque levantado en el año 600 a. C. Con la mano quitamos algunas ramas que nos impiden entrar y apreciar la estructura de 35 metros de alto.

Los mayas ubicaron en esta zona su complejo de observación astronómica. Cada una de las 38 estructuras están ordenadas armoniosamente. A través de ellas miraban las estrellas, los ciclos de venus y el sol, así como los solsticios y equinoccios.

Falta poco para llegar a las Acrópolis , donde terminará el tour y podremos comer, pero antes, hacemos una parada en el Templo del gran Sacerdote (3).

Las piernas me tiemblan, mi pié no cabe en el escalón aunque lo ponga de ladito. Voy subiendo por una escalera que está al costado de la pirámide.

Sin levantar la vista empiezo a contar las tablitas, casi llego a 200, se me van algunas, la respiración no me da para más. Al fin llego a la cumbre. Tomo asiento en la plataforma principal que está al ras de los escalones, algunos destruidos por el paso de los años.

El vértigo intenta apropiarse de mi al darle la espalda a la selva para ponerme frente a un grabado. Es un hombre que está de perfil, viste piel de jaguar, no tengo el apoyo de mi guía para que me saque de la duda, pero interpreto que se trata de un gobernante, porque tiene la mirada clavada a la parte baja donde hay unos guerreros rindiéndole tributo.

Grecas, palitos agrupados en cinco, como si fuera un marcador, cabezas de jaguar con el hocico abierto y sacando los colmillos, manos, caracoles, cráneos, son las figuras labradas que destacan en la ornamentación de este templo. Para poder distinguirlas me quedo 15 minutos más examinando, sin que nadie me interrumpiera, ni si quiera las voces de mis compañeros que escuchaba con claridad a 60 metros de altura.

La cereza del pastel

Están por dar las dos de la tarde y tenemos que regresar a la entrada, el cielo ha comenzado a nublarse y algunos truenos nos dan signos de lluvia, todavía nos faltan las Acrópolis (4), el corazón de la gran ciudad maya.

Llegamos por la parte norte, el lugar sagrado donde eran enterrados los gobernantes y donde también se asentaron los primeros pobladores de Tikal.

Aquí están dos de los seis principales templos. Como si se vieran de frente, de un lado está el Gran Jaguar C5) con sus 45 metros de altura y del otro el de las Máscaras (61 de 38. Alrededor de ellos otros edificios menores donde se llevaban las cuestiones administrativas y políticas.

En medio de esa gran plaza y entre los montículos que aún no han sido excavados, estoy yo, tumbada bajo la sombra de una ceiba, admirando e imaginando cómo sin un programa de diseño, reglas, ni aparatos que midieran la distancia hubo gente que construyó con gran precisión estos palacios.

Los mayas siguen dando señales de su existencia, recientemente han encontrado más al norte de Tikal una pirámide que han nombrado El Mirador, dicen que tiene un volumen mayor que las pirámides de Egipto y que desde la punta se puede ver la ciudad maya y parte de Chiapas, al lugar se puede acceder únicamente a caballo o por helicóptero así que la teoría de que Tikal es el epicentro donde se asentaron los mayas podría cambiar en algunos años.

El recorrido ha terminado, lo que ahora empieza es el olor a sudor bien concentrado, todos pedimos un baño y como si estuviera previsto, las primeras gotas de lo que será una torrencial lluvia han empezado a caer.

CÓMO LLEGAR TACA ofrece vuelos diarios desde la ciudad de Guatemala por 425 dólares vuelo redondo, www.taca.com Por autobús, la línea Santa Elena tiene corridas diarias. Boleto 20 dólares. El trayecto de viaje es de 10 horas. TIKAL La entrada al parque cuesta 18 dólares, no incluye guía. Abre de 6:00 a 18:00 horas. Cuenta con restaurante. www.parque-tikal.com

Fuente: El Universal    
Categoría: TIPOS DE PRODUCTO    





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