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Porros secuestran Cetram de El Rosario para cometer sus fechorías
11/10/2009
Jonathan Villanueva
El grito de “¡Goooya!” se escucha una y otra vez. La comunidad escolar, lejos de emocionarse, aprieta el paso. Corre. Grita. Se esconde, pues éste sólo es el preludio del terrorismo estudiantil en aquel lugar: El Triángulo de las Bermudas. Luego de las reiteradas porras, los porros ya sean del “CCH Azcapo”, del “Bacho 1” o del “Cet 33” comienzan la trifulca. Los tubazos, petardazos y hasta balazo...

El grito de “¡Goooya!” se escucha una y otra vez. La comunidad escolar, lejos de emocionarse, aprieta el paso. Corre. Grita. Se esconde, pues éste sólo es el preludio del terrorismo estudiantil en aquel lugar: El Triángulo de las Bermudas.

Luego de las reiteradas porras, los porros ya sean del “CCH Azcapo”, del “Bacho 1” o del “Cet 33” comienzan la trifulca. Los tubazos, petardazos y hasta balazos vienen en consecuencia.

El Triángulo de las Bermudas no es otro lugar más que el Cetram del Metro Rosario, el paso obligado para llegar al CCH, al Colegio de Bachilleres y al Cetis de la zona.

El problema lo representan las bandas porriles de estos tres centros escolares de educación media superior, las que protagonizan diversos enfrentamientos con el único afán de mantener la supremacía del lugar.

Por eso los jóvenes estudiantes se mantienen atentos cada vez que se dirigen o regresan de la zona escolar, del Triángulo de las Bermudas.

Es un viernes cualquiera, no necesita fecha, puesto que es cosa cotidiana. Los grupos porriles arman la fiesta. Se organizan desde temprana hora y se disponen a “salir de compras”.

Lo anterior significa llegar al Triángulo de las Bermudas, secuestrar un camión de RTP o microbús y buscar vehículos repartidores de cerveza y refrescos para, después, atracarlos.

Luego regresan a los alrededores de sus respectivos planteles.

Para ellos no hay límites. Lo mismo les da golpear al estudiante que los vio de reojo, que al que nunca se percató de su presencia. Dejarlos sin mochila, reloj, chamarra o dinero es fundamental.

Cuando el personal docente les impide el paso a sus centros escolares, le dan una golpiza a cambio.

Afuera sigue la fiesta, a la espera de regresar al Cetram del Rosario para medirse con sus rivales de siempre. Ahí vuelven a robar y protagonizan peleas campales sólo por diversión.

Por ello, los jóvenes nunca salen de clases solos. Caminan en grupos, aunque a la hora de las trifulcas todos intentan desaparecer de la zona del conflicto.

El saldo en el Triángulo de las Bermudas es de varios heridos de bala, navaja y petardos.

Los concesionarios del transporte público ya están acostumbrados a recibir cristalazos, pintas y robos. Se quejan, pero nadie ha hecho nada.

Cuando se origina una nueva gresca, los operadores de las diferentes rutas abren la puerta de sus camiones para que los ajenos al pleito puedan refugiarse lo antes posible.

A su vez, los encargados de la seguridad del Metro cierran los accesos a los andenes sin importar que a escasos metros estén golpeando a algún estudiante.

No obstante, cuando regresa la calma, el Metro reabre sus puertas al tiempo que los policías bancarios revisan a todos los estudiantes que alcanzaron a esconderse en los alrededores del Cetram.

Por eso los estudiantes temen cada vez que cruzan lo que ellos llaman el Triángulo de las Bermudas, “de donde se entra pero nunca se sabe si se saldrá con vida”.

Fuente: La Crónica    
Categoría: TIPOS DE PRODUCTO    





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