(19 octubre 2009).- Enviado GUANAJUATO.- El primer fin de semana del 37 Festival Internacional Cervantino estuvo lleno de contrastes. Los aplausos se los llevaron compañías coreográficas como Corpo (Brasil) y Le Carré des Lombes (Québec), así como los conciertos del pianista Marc-André Hamelin, también quebequense, y del salsero cubano-estadounidense Willy Chirino, quien aún con la garganta inflamada puso a bailar entre el frío y la llovizna a cientos de personas en la Alhóndiga de Granaditas.

En otro extremo, la obra experimental Cena de Reyes, de Teatro Babel, a pocos asistentes contagió, y el recital para piano de la argentina Ingrid Fliter: "simplemente fatal", sentenció el crítico Lázaro Azar.

Pero los contrastes no sólo asomaron en la calidad de los espectáculos, sino en la concurrencia a los mismos e incluso el clima. A un viernes caluroso siguió un sábado de frío y fuertes vientos. Lla temperatura, menor a los 10 grados centígrados, había golpeado las calles Centro Históricol.

"Pinche frío", repetían tres jóvenes que, titiritando, bebían cerveza frente a la Plaza de la Paz: "la opción es irnos a meter a algún congal", resolvieron, resignados, tras ver truncado su plan de continuar la fiesta en las aceras.

Con el clima, el FIC reforzó las políticas en torno al repunte de influenza AH1N1: echó a andar un programa que se extenderá las tres semanas del festival, consistente en entregar miles de kits con botecitos de gel antibacterial, un paquete de pañuelos y un tapabocas para cada asistente a los espectáculos.

Antes de eso, brigadas sanitarias cuestionaban a los espectadores. En caso de síntomas, simplemente no debían pasar.

A diferencia del año pasado, los operativos de seguridad del FIC estuvieron prácticamente ausentes durante el desarrollo de los espectáculos, aún cuando en agosto Los Zetas amenazaron con perpetrar ataques al festival.