Por: Pedro Lara y Malo

Como muchos de ustedes saben, su modesto cronista es un afecto incorregible a los mundanos disfrutes de esta vida, entre los cuales cuento el cigarrito delante de una buena taza de café, charla de por medio si se puede, o en su defecto alguna bebida báquica de nobles reposares y mejores decantares.

Pues bien, resulta que con esa inmerecida pero grata fama, el sábado pasado fui invitado a asistir a una cata de vinos, luego de que un buen amigo regresara de Sudamérica, cargado con un muestrario de botellas que ya quisieran para sí algunas cavas renombradas.

Desafortunadamente, y por razones que no vienen al caso, no me fue posible asistir; pero aquella noche me quedé pensando en qué medida la vida sería menos amable sin algunas de esas pequeñas recompensas que nos ayudan a mantenernos incólumes en el frente de batalla, y sin las cuales el prometido infierno de los tormentos se apoderaría de algunos de nosotros sin compensación alguna.

Sin embargo, y como era de esperarse, la respuesta a mis interrogantes llegó con su acostumbrado frenesí, tan pronto como uno de mis confidentes me informó acerca de dos cosas; la primera de ellas completamente malintencionada: ¿Sabías que en la Ciudad de México tenemos un 1.6% más probabilidades de morir por enfermedades respiratorias?"... "Pues no, no lo sabía", respondí, mientras encendía un cigarrillo. Luego, mi confidente me explicó que, con el frío de los últimos días, la concentración de contaminantes atmosféricos aumentaba de manera alarmante, propiciando que las probabilidades de morir se multiplicaran considerablemente, sin contar por supuesto con la posibilidad de que nos convirtieran en coladera durante un atraco.

Como soy una persona impaciente, intenté apurar dicha conversación, argumentando que lo mío estaba seguro, aunque de momento sólo estuviera pagando mi pequeña muerte a plazos.

El problema vino después, cuando el susodicho pasó a relatarme la segunda confidencia, asegurando que, pese a lo dicho por algunos priistas que se rasgaron las vestiduras, asegurando estar "del lado del pueblo", los incrementos a los impuestos que proponía el Ejecutivo serían aprobados.

Por supuesto, estaba en lo cierto; pero lo peor de todo es que su información tardó apenas un par de días en ser confirmada: ayer, y ya casi con el mameluco puesto, la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados aprobó el aumento a todas las imposiciones tributarias, excepto la que les servía como cortina de humo, y que era precisamente la creación del llamado "impuesto para los pobres". ¿Pobres?... ¡pero de nosotros!

Lo que se aprobó fue un aumento hasta el 170.9% al tabaco, 26.5% a la cerveza, 3% a los servicios de cable e Internet, 16% para el IVA y 30% para el ISR, entre otros... ¡La madre del Tano!

Ahora, ya no sé si retirarle la palabra a mi pérfido informante, flagelarme por no haber asistido a la maravillosa cata de mi amigo o, sin ser tan fatalista, simplemente preguntarme: ¿No es todo eso un daño irreparable al consumo en general?... De momento, creo que sí; pero sobre todo es una forma velada de decirnos: ¡váyanse buscando otra forma de morir!

Moraleja En definitiva, creo que voy a acabar muriendo por encima de mis posibilidades.

© Pedro Lara y Malo. laraymalo@hotmail.com