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Al dente actualidad en su punto
31/10/2009
Ciro Di Constanzo
Alrededor de esta certeza, los seres humanos hemos construido una serie de rituales, ceremonias y celebraciones que dan cuenta de lo importante que es para nosotros contar con esta certidumbre que marca el final.

Ciro di Costanzo Ciclos mortuorios La única certeza que hay en esta vida es que moriremos. Alrededor de esta certeza, los seres humanos hemos construido una serie de rituales, ceremonias y celebraciones que dan cuenta de lo importante que es para nosotros contar con esta certidumbre que marca el final. Inclusive algunas, como Halloween o el día de muertos o Todos los Santos, son notablemente coloridas y vistosas, las cuales expresan también nuestro cariño a la vida y en paralelo, nuestro miedo a la muerte. En favor a ésta, abramos fuego con unos sopecitos campesinos y un doble de cerveza. Para los aztecas, la muerte era concebida a partir de la dualidad con la que se estructuraba su cosmovisión general. El principio medular de los aztecas gravitaba alrededor de esta dicotomía vida-muerte, concepto emanado del contraste que suponían las lluvias y las secas a lo largo del año. El impacto de este ciclo en la alimentación significaba, al fin y al cabo, la diferencia entre la vida y la muerte. Mientras tanto, para los mayas la muerte está relacionada con el inframundo, el mundo subterráneo. Al mundo de los muertos, conocido como Xibalbá, se accedía a través de los cenotes o cuevas inundadas que abundan en la zona maya. De hecho, en los cenotes suelen encontrarse restos humanos. Estos lugares eran verdaderos cementerios acuáticos para los mayas. Lo curioso es que el agua representa la vida, no la muerte. Para ellos, el concepto era más amplio. El mundo de los muertos está asociado a la fertilidad y, aunque parezca raro, es tremendamente lógico. En los cenotes se tocan la vida y la muerte, es decir, el ciclo de vida. No puede existir muerte si no hay vida y viceversa. Ciclos mortuorios. Uno de los más lamentables relatos de terror que hemos presenciado en el acontecer nacional ha sido la pausada defunción de nuestra valorada ciudadanía en detrimento de una creciente partidización de nuestra democracia. En los últimos dos años los partidos políticos han experimentado un creciente protagonismo en la agenda nacional, desplazando al ciudadano. Empezando por la reforma electoral de 2007, los partidos en México han consolidado su apropiación de la vida nacional, manejando a su gusto y disgusto, nuestras instituciones, nuestra vida política y muchos aspectos de la sociedad, inclusive por encima de la Carta Magna, como es el hecho de la imposibilidad actual de postularse sin partido, a pesar de que la Constitución garantiza el derecho de votar y ser votado. Uno de los factores fundamentales que ha nutrido la partidización de la sociedad es el enorme flujo de recursos que les damos. Semejantes dosis de dinero les permiten meterse hasta nuestras cocinas. Les destinamos cantidades estrambóticas y fuera de toda proporción a la labor que realizan. Y por si esto fuera poco, desde la última reforma electoral les quitamos la necesidad de invertir sus generosas partidas públicas en medios de comunicación, por lo que hoy son peligrosos entes con cantidades descomunales de recursos, sin destino definido o necesidades apremiantes. El resultado de ese coctel es el despilfarro. Somos pocos los que pagamos impuestos. Lo hacemos con un enorme sacrificio para ver nuestro esfuerzo tirado a la calle en propaganda electoral, en pendones, en circos, en sueldos de insultadores profesionales, llamados en México “políticos”. Prueba de la salud de la partidocracia y del proceso de muerte de la ciudadanía mexicana es el reciente galimatías fiscal. Han propuesto hasta la desaparición de la Secretaría de Turismo, cabeza del sector más productivo para las familias del país y, en cambio, no han recortado un peso a los partidos políticos, cuyos presupuestos tienen más candados protectores que el Santo Grial. La muerte de la política ciudadana. Ciclos mortuorios. Cambiemos el atole por un café de grueso espesor, de ésos que reviven muertos.

Fuente: Excélsior    
Categoría: TIPOS DE PRODUCTO    





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