Juan Pablo Aguilar

En el Castillo de la Marquetterie (Rheims, Francia) la historia de Francia está íntimamente ligada con la historia de la champaña. En la Marquetterie, Jacques Cazotte escribió su literatura fantástica, Voltaire concibió algunas obras filosóficas y el comandante Joseph Joffre libró importantes batallas durante la Primera Guerra Mundial. Allí mismo Fierre Charles Taittinger creó, en 1934, el legendario Cuvée en las bodegas de la abadía de Saint Nicaise: el Comte de Champagne Blanc de Blancs Taittinger.

"Es un apellido muy poco pronunciable. Nosotros lo pronunciamos como Tetanyé pero en cualquier país lo pronuncian diferente. Proviene de Alemania o Austria, de la zona barbárica", explicó Clovis Taittinger, cuarta generación al frente de la bodega.

El abuelo de Clovis, Pierre Charles, conoció al héroe bélico Joseph Joffre al inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914. En ese entonces Pierre era oficial de caballería y el Cháteau de la Marqueretterie -una casa de campo estilo Luis XV de hace tres siglos- era el cuartel general del ejército a cargo del comandante Joffre. Pierre quedó fascinado por la elegancia del castillo y regresó en 1934 para comprarlo y fundar la bodega Taittinger.

"Somos una familia joven, con apenas tres cuartos de siglo, pero producimos una de las champañas más famosas del mundo. Aunque todavía somos 'principiantes', Taittinger se ha convertido en una etiqueta muy reconocida porque empezamos con un estilo revolucionario y nuevo. En un tiempo que el vino era una bebida muy masculina, mi abuelo tuvo la idea de hacer un vino que fuera como una mujer bonita, elegante, delicada y encantadora.

"Nosotros iniciamos este nuevo estilo y también un nuevo concepto de marketing y filosofía. Nuestra compañía creció rápidamente con el final de la Segunda Guerra Mundial, siguiendo el ritmo del mundo".

BATALLAS RECIENTES

La familia Taittinger también han cosechado éxitos en rubros como la industria de hotelería, servicios y bancos. Hace cuatro años, la familia vendió sus empresas al grupo estadounidense Starwood, y con ello la champaña Taittinger pasó a manos extranjeras. Un año después, Pierre, el padre de Clovis, recuperó la marca.

"Como en muchas familias, los cambios de generaciones significaron cambios de visiones y objetivos. Cuando mi padre decidió recuperar la champaña, tuvimos que luchar entre 70 competidores. Decidimos hacerlo porque en la champaña están nuestras raíces e historia, además de nuestro nombre. No se trató sólo de ego, sino de mantener una marca que fuera reconocida por su calidad, espíritu e independencia".

De acuerdo con Clovis, la competencia financiera por recuperar su marca fue ardua y cansada. Franceses, ingleses, americanos, rusos y japoneses deseaban poseerla.

"El competidor más determinado fue un hindú muy famoso, dueño de muchas compañías. Por fortuna, pudimos ganarle y recuperar las champañas Taittinger".

En la carrera por recuperar la marca, Clovis y su padre recibieron el apoyo del gobierno francés, los medios de comunicación, los bancos locales y la población en general.

"Teníamos más de lo que pedíamos, pero al final todo es cuestión de leyes. Lo importante es ver cuánto estás dispuesto a pagar, y cuánto los bancos están dispuestos a pagar por ti. Se necesitó una gran combinación de dinero, pasión y suerte".

Al comparar su situación con la de algunas compañías tequileras mexicanas, que han pasado a manos extranjeras, Clovis expresó:

"Es importante luchar por la economía de tu país, y también para garantizar la calidad de tus productos. Detrás de la marca está un nombre, y en la botella se juega su credibilidad. Eso podrían considerarlo algunas familias mexicanas: mientras creas en la familia y en tu compañía, puedes recuperar tu marca Es cuestión de voluntad", concluyó.

En 1934, Pierre Charles Taittinger compró el Cháteau de la Marqueretterie para fundar una bodega.