Bendito capitalismo: los cines ya no sólo son cines, los estadios ya no sólo son estadios y los aeropuertos ya no sólo son aeropuertos. Recuerdo, de pronto, una canción prehistórica, Dimanche à Orly, que entonaba Gilbert Bécaud: nos contaba el hombre cómo se iba los domingos a mirar los despegues de los aviones en el antiguo aeropuerto de París. Vaya época de descarada ingenuidad. Hoy, a los clientes de los aeropuertos no les interesan los prodigiosos aparatos voladores sino que, con el pretexto de emprender un viaje, compran frenéticamente mercaderías de lujo en las tiendas libres de impuestos (una vez, por cierto, creí haber hecho la compra del año en el Duty-free del DeFectuoso y resultó que, al subirme al avión y ponerme a hojear la revista que publica la aerolínea, me encontré un anuncio de Sanborns donde aparecía la videocámara mucho más barata). En fin, vas al cine y te recetas un atracón de golosinas, en el aeropuerto visitas media docena de bares y, digamos, en el estadio Corona de Torreón no sólo miras un encuentro de futbol sino que te quedas, cuando ya terminó el partido, a festejar con los amigos en un restaurante ubicado en las mismísimas instalaciones y, por ahí, si te pasas de copas, rentas una habitación en el hotel del propio coliseo. Esto es modernidad y no cosas, señoras y señores. El concepto de estadio-centro comercial es tan atractivo como el de un cine rodeado de tiendas y barras de sushi. El asunto, desde luego, es que tus consumiciones no se circunscriban a la mera compra de un boleto para un espectáculo sino que impliquen un obligado numerito de compras globales que pueden, en el caso del balompié, incluir bebestibles más sofisticados que la cerveza, uniformes oficiales de los equipos de la Champions League, platillos cocinados por chefs de relumbrón y souvenirs para apaciguar a la prole. Negocio redondo. Lo mejor, sin embargo, es que la salvación también está a la vuelta de la esquina: en el estadio Corona habrá una iglesia (no la han terminado todavía, digo, no es un tema tan prioritario) para que, si cometes demasiados excesos, te puedan otorgar una muy pronta y expedita absolución. El futbol nunca había sido tan universal.