Ciro di Costanzo Ciudadanizar México El suave viento acaricia el puerto, inclusive, antes de que el Sol salga. El aroma a mar se cuela por todos los rincones, mientras el astro rey despunta en el horizonte. Amanece en el Puerto de Veracruz. A la vista, se ilumina el Fuerte de San Juan de Ulúa. El conquistador Juan de Grijalva llegó en 1518 y construyó esa fortaleza y así defender a Veracruz de los piratas. Tras la Independencia, los españoles lo convirtieron en centro de ataque contra los independentistas hasta su entrega en 1825. No pasaron ni 20 años cuando el fuerte volvió a entrar en combate en 1838 frente a la armada francesa en la llamada guerra de los pasteles. Casi diez años después, los cañones volvieron a rugir en San Juan de Ulúa, repeliendo la invasión estadunidense. Tres veces heroica ciudad. Hoy es museo. Tras el trajín, es materia comer en los portales, en el zócalo de la ciudad. Cerveza helada. Fue justamente en el tres veces H. Puerto de Veracruz, en donde se dieron cita variopintos personajes de la vida nacional, para llevar a cabo el congreso “Ciudadanía y Medios: acción conjunta”, esfuerzo encabezado por el empresario Marcos Fastlitch. Los temas gravitaron alrededor de la necesidad de que, ciudadanos apoyados por los medios de comunicación, tomasen acción independientemente de partidos y gobiernos, para hacer del país un mejor lugar para vivir, sobre todo en el terreno de la seguridad. Para ello es indispensable que la sociedad civil vigile las acciones del gobierno, tema sobre el que me tocó participar, junto con valiosos panelistas como Luis de la Barreda, Ernesto López Portillo y Carlos Alazraki. Entre las conclusiones, identificamos la imperativa urgencia de devolverle a la ciudadanía el protagonismo absoluto del quehacer nacional, secuestrado hoy por partidos y las instituciones públicas controladas por éstos. Hemos ayunado mucho tiempo de mecanismos de control ciudadano suficientes como para imponer un sistema de rendición de cuentas que establezca consecuencias, escaso activo nacional. Consecuencias negativas y positivas. Si un funcionario tiene un buen desempeño, hay que premiarlo, si no, hay que sancionarlo. México suele ser el país de la no consecuencia o de la consecuencia selectiva que responde a intereses políticos, no ciudadanos. Si el funcionario o personajillo es cuate, no hay consecuencia alguna. Si hay presión, renuncia. Esa es la máxima consecuencia, pero difícilmente va a la cárcel. Por lo tanto, es necesario comenzar por un sistema de rendición de cuentas que permita se apliquen medidas para y por el interés de la sociedad. Ciudadanizar México. A la par de ello, es preciso escalar el nivel de organización, especialización e información de la sociedad civil. Ejemplo de esto es el empresario Alejandro Martí y su organización SOS. En el foro de liderazgo “BluTraining líderes”, nos describió cómo canalizó la frustración de una tragedia mayúscula a través de una organización especializada en monitorear con eficacia a autoridades para que cumplan con su trabajo que es brindar seguridad. Se necesitan más líderes ciudadanos sólidos como él. También una sociedad más educada y organizada para que eleve la factura a partidos y gobiernos que no detengan delincuentes. Que no aprueben reformas que ayudan a los ciudadanos. Que se despachen con la cuchara grande. Para exigir a los gobiernos fortalecer los organismos para combatir la corrupción. No puede permitirse que haya legisladores que propongan reducir más el limitado presupuesto de las instituciones de educación superior, que no disminuyan el dinero al IFE y a partidos políticos, ya que el próximo año (no electoral) recibirán más de nueve mil millones de pesos. No podemos permitir que sindicatos (como el SME) o quien quiera que sea, tome las calles que son nuestras y nos impida el libre paso. No debemos permitir que se insista en no cobrar impuestos a grandes empresarios o colectivos con fuerza electoral y se ensañen con la ciudadanía que trabaja y produce. Es la hora de ciudadanizar México. Y café veracruzano, como debe ser. Y si no, le echamos la culpa a la iniciativa privada.